7.12.14

Estrella



A ella le gustaba quitar las etiquetas de los tercios da Mahou.
Lo hacía instintivamente, casi sin pensar.
Yo no le preguntaba porque esa era su manera de actuar. 

Así era ella y así me gustaba.
Cada noche, jueves, viernes, quizás sábado también, 

cualquier día se terciaba para que ese tercio de Mahou 
acabara desnudo y sudoroso entre sus manos de dedos gráciles y finos.

Ella era música inaudible, sonaba en otra frecuencia. 

Quizás en otro planeta alguien la oyera pero en este no. 
Era tan sutil, casi imperceptible. 
Muchas veces me pillaba observándola y ella sonreía 
porque sabía perfectamente que la estaba viendo 
(que no mirando).
La escuchaba respirar, 

escuchaba como la sangre corría por sus venas azul princesa, 
y el vaivén me embelesaba, meciéndome en un delicioso trance.

Nadie jamás me hizo sentir lo que me ella me hizo sentir. 

Era como una nota perfecta y yo como un músico con oído absoluto, 
disfrutando de los matices que arrojaba, que irradiaba, que sostenía. 
Me hacia volar y me bajaba a la tierra a la vez. 
Era la cara B de mi banda sonora perfecta.

Hoy ella ya no existe pero yo la sigo viendo en sueños, 

imagino su rostro en medio de la oscuridad 
y de repente todo empieza a verse más claro.
Su música sigue sonando dentro de mi, 

mientras recuerdo las canciones que oíamos 
y me pierdo en la inmensidad de la quietud.

Estrella, brilla alto que aún te veo.

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