20.10.14

Hoy, sólo un momento (Confesión #3).

Ilustración de Sara Herranz

A veces sueño con el futuro,
dónde ni tú ni yo existimos.


Callada como una puta avancé hacia ti, y te abracé por detrás. Sentiste mi calor y mis brazos alrededor de tu cintura pero te mantuviste impasible, como si nada sucediera. El silencio seguía mandando y nuestros cuerpos, aunque unidos, estaban separados por una distancia de miles de intangibles kilómetros.
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas como perlas. No podía creer haberte deseado tanto, haberte tenido y ahora estar perdiéndote. Tu mirada estaba vacía y, aunque no podía ver tu cara porque estabas de espaldas, sabía por tu falta de movimiento hacia mí que nada había cambiado desde la noche anterior.
El vacío que sentimos al besarnos aquella noche, sin siquiera tocarnos, sin siquiera hacernos el amor, no fue más que el preludio de la tristeza y frialdad de la mañana siguiente. La última que pasamos juntos. Fríos como enero.

Tú no lo sabes pero yo aquí te lo cuento. Después de un año y pico de que esto sucediera, yo me sigo sintiendo desdichada por no tenerte, aunque en ese momento te quería fuera de mi vida, porque me hacías daño, porque no eras para mí. ¿Y sabes qué? Lo sigo pensando, con la diferencia de que recuerdo esos besos cálidos, tus manos sobre mi piel, nuestros cuerpos enredados cada mañana de ese verano, y vuelvo a llorar por haberte perdido aquel día de julio. 
Y hoy, que es octubre de un año después, mataría a quién fuera por tenerte en mi cama, por susurrarte al oído cuanto te amo y que cada día que vivo, después de haberte conocido, es una puta catástrofe si tu no estás.